Tenemos la oportunidad de un proceso de transformación que debe tener como fin último el desmantelamiento de la explotación, la opresión, y la construcción de la soberanía popular con justicia ambiental, social, de género y económica. Esta Transición Justa (TJ) no es un proceso aislado, sino que debe ir de la mano de otras transiciones y transformaciones que están ocurriendo en diferentes ámbitos, por eso la llamamos también popular y feminista.
Es importante que reflexionemos sobre qué transiciones están en proceso, y las apoyemos, poniendo en el centro la perspectiva feminista de la necesaria transición justa. Una transición justa tendrá que responder a crisis globales superpuestas, que son el resultado de un sistema obsoleto. Es esencial asegurar una recuperación justa que construya iniciativas emancipadoras y garantice los derechos, incluido el derecho a la energía.
Los movimientos indígenas, de comunidades negras, de mujeres, de trabajadores/as y socioambientales han luchado históricamente contra los proyectos energéticos destructivos, al tiempo que han reconocido la energía como un derecho, se han implicado en la lucha contra sus impactos nocivos y por los derechos de los trabajadores/as.
Estos movimientos dejan claro que la transición no significa sólo un cambio de matriz y de fuentes, sino que requiere un enfoque sistémico, que aborde aspectos como la propiedad de la energía, así como la democratización del sistema para garantizar los derechos fundamentales.
El sistema energético debe poner en el centro la sostenibilidad de la vida, garantizando la soberanía energética. Para ello es necesario descolonizar el sistema energético, lo que significa devolver la soberanía a los pueblos y reconocer las injusticias y responsabilidades históricas, así como la deuda ecológica y climática que este sistema ha generado. No podemos permitir que la transición se convierta en parte de la lógica de mercado capitalista, neocolonial y patriarcal imperante. La hoja de ruta hacia una transición justa y feminista debe partir de la convergencia de las luchas por la defensa de la democracia y contra las empresas transnacionales y los gobiernos que se alinean con ellas como principales impulsores de la injusticia sistémica.
Se necesita urgentemente una transición energética justa que abandone los combustibles fósiles. Sin embargo, no puede llevarse a cabo sin tener en cuenta las duras lecciones aprendidas de nuestras diferentes historias y experiencias de los impactos del actual sistema económico extractivo explotador, neoliberal, colonial, racista y patriarcal, que se manifiestan no sólo en el sector energético sino en múltiples frentes, como el mundo del trabajo, la alimentación y los territorios comunitarios. Al mismo tiempo, una transición justa tampoco puede producirse sin las perspectivas y soluciones alternativas de las mujeres que están en primera línea de estas múltiples luchas opresivas interrelacionadas. La integración de la justicia de género y los principios feministas transformadores son fundamentales si queremos dar forma a soluciones de transición justa que funcionen para todos/as.