Para pensar el agua debemos pensar en su carácter común, cíclico y comunitario, de acuerdo con las potencialidades y limitaciones que nos brinda el ecosistema en la cuenca que compartimos. Se hace necesario problematizar acerca del destino que el discurso desarrollista del modelo económico dominante pretende darle a estos territorios y sus aguas, los cuales, se presentan ecológicamente vulnerables. De esta manera, considerar las formas de ampliación y efectividad de la participación popular en su gestión y finalidad es una exigencia. Los espacios públicos comunes y bienes comunes son propicios a la soberanía, y no a la dominación, y esa soberanía debe verse reflejada en políticas públicas consensuadas con los habitantes de esos espacios.
La cuenca del Salar de Pipanaco tiene 16.990 kilómetros cuadrados, y comprende la totalidad del departamento Pomán, la mayor parte de los departamentos Belén y Andalgalá y la parte sudeste del departamento Tinogasta, territorios ubicados en la provincia de Catamarca, al noroeste de la Argentina. Esta cuenca se destaca por ser árida, tener un balance hídrico negativo, y contar con habitantes que protagonizan la defensa del agua hace más de una década, cuyo epicentro es la localidad de Andalgalá.
En la cuenca existen grandes inquietudes respecto a la calidad de agua y su disponibilidad. Los/as pobladores/as de la cuenca detectan cambios en la provisión y calidad de agua en el pasado reciente, temen por la contaminación del medio de vida y, por ende, el riesgo a la salud. El agua está en el centro de las reivindicaciones y acciones sociales contra los proyectos mineros. Pero el agua es mucho más que una reivindicación ambiental, es un hilo que organiza las sociedades y las construye en todos los ámbitos: político, económico, social, técnico y que puede verse también a través de la perspectiva de género.
Este este documento, realizado a partir de testimonios de habitantes de diferentes poblaciones de la Cuenca, y
en el marco del trabajo de ATALC-Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe llamado “Políticas Públicas del Agua en América Latina y el Caribe”. Se propone reunir una diversidad de voces desde los andes argentinos, e indagar qué es y cómo debería ser la gestión del agua y los bienes comunes, así como explorar futuros posibles e imaginarios colectivos superadores del extractivismo como modelo de desarrollo.
Si bien nos agrupamos con las luchas colectivas por el agua desde hace muchos años, esta primera experiencia de sistematización de una de las 63 cuencas de nuestro país, busca, entre otros fines:
Allanar el camino a políticas públicas consensuadas con los pueblos y no con las corporaciones transnacionales;
Recopilar y difundir información sistematizada sobre el estado de las distintas cuencas hídricas de nuestro país;
Amplificar las voces de los diferentes sujetos políticos que actúan en estas cuencas con legitimidad, y dialogar con ellos en un plano plural y democrático;
Dar insumos al debate sobre el modelo de desarrollo, desmitificando el modelo económico dominante como única alternativa posible;
Continuar indagando sobre los glaciares como políticas públicas del agua, trabajo iniciado en la publicación del año 2019 “Política Pública y Derecho Fundamental al agua en América Latina y el Caribe”.
Buscamos relevar y aunar información para construir un observatorio de cuencas hídricas, en un marco de justicia ambiental, social, económica y de género que refleje el estado del agua en las diferentes cuencas hidrosociales de Argentina y las propuestas colectivas de políticas públicas que emergen desde los pueblos, entendiendo las políticas públicas como acciones propuestas e impulsadas desde abajo y llevadas a cabo por el Estado en beneficio de las mayorías, garantizando la protección, el respeto de la naturaleza y el ejercicio democrático de la soberanía.
Por lo antes dicho, comprendemos que el agua debe ser entendida como parte de un modelo que relacione los ámbitos comunes mundiales, regionales y locales, pero sabiéndola indudablemente sujeta a modalidades de gestión pública local y democrática. Somos conscientes de las limitaciones, tensiones y contradicciones de este modelo relacional, pero entendemos que así como garantiza desde hace siglos el acceso a la supervivencia de millones de personas, posee un enorme potencial de transformación en una transición hacia sociedades sustentables y justas.
Pese a la enorme deuda del poder político y económico con la población de la cuenca, la respuesta de la población organizada es el trabajo colectivo, un ejercicio de profundización de las prácticas políticas democráticas que se apropian de lo público/comunitario: la calle, la plaza, el árbol, el agua. Mucho de este trabajo colectivo se refleja en las propuestas relevadas, para que el agua sea definitivamente un bien común y un derecho humano fundamental.