Andalgalá sigue de pie contra la megaminería

En marzo de este año, en un contexto de emergencia sanitaria y beneficiados por la pandemia, el proyecto minero “MARA”, bajo su beneficiosa condición de “esencial”, avanza sobre los territorios con la exploración del cerro Aconquija. Todo esto mientras las comunidades se encontraban en aislamiento preventivo y obligatorio y no podían circular ni movilizarse. Esta situación genera una profunda indignación en Andalgalá, un pueblo que se viene manifestando hace 10 años en defensa del agua. 

Foto: Asamblea El Algarrobo

El sábado 10 de Abril se realizó la marcha número 584, y al mismo tiempo un grupo de personas no identificadas incendió las oficinas de la minera. Las fuerzas policiales estuvieron ausentes en todo el proceso,  pero sin embargo el lunes 12 de abril, la policía de Catamarca comenzó una serie de allanamientos violentos en domicilios particulares de integrantes de la Asamblea el Algarrobo. Aunque en las casas no hubo resistencia, los efectivos rompieron puertas e ingresaron con violencia golpeando a varios activistas. Sin pruebas se llevaron detenidas a 12 personas. Fueron varios días de incertidumbre y temor entre los que se denuncia no solamente allanamientos violentos y golpes, sino amedrentamientos, policías filmando de manera ilegal a activistas socioambientales, vehículos sin patente vigilando las casas, guardias ante las familias, entre otras irregularidades. 

Mientras esto ocurría, y las personas detenidas durante dos semanas,  esperaban por su libertad recibiendo muestras de solidaridad nacional e internacional, Yamana Gold, Glencore y Newmont, seguían explorando el cerro sin ninguna interrupción.

Les detenides finalmente fueron liberados pero enfrentan cargos judiciales aún sin existir pruebas que les incriminan en el incendio de las oficinas. 

La comunidad sigue luchando, y en agosto de este año llegaron a las 600 caminatas por el agua y la vida, a pesar de los amedrentamientos y criminalizaciones, amenazas de grupos  pro-mineros, audiencias públicas falaces, falta de información pública e intentos de lavado verde de cara de la minera a través de ONGs del establishment  en nombre de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

La minera sigue explorando, y lo sigue haciendo el día de hoy, sin licencia social y sin cumplimiento de las leyes  y tratados internacionales vigentes. 

La impotencia es mucha. La violencia simbólica a la que son sometidos los pobladores que no son escuchados es enorme. La inacción gubernamental se traduce en connivencia entre el poder político y las empresas transnacionales. 

Recientemente en septiembre, les jóvenes de Andalgalá escribieron una carta al presidente Alberto Fernández, relatando la lucha de este pueblo desde el año 2010, cómo fueron testigos de su infancia de la violencia institucional contra sus familias y » la historia de un pueblo que no solo lucha contra una multinacional extranjera, sino también ante sus supuestos representantes»  les jóvenes dicen » nos gustaría tener la posibilidad de elegir Andalgalá como nuestro lugar dónde vivir, estudiar y en un futuro tener nuestra familia, o no. Queremos poder elegir!» les jóvenes exigen que bajen las máquinas de su cerro, que dejen de violar sus derechos qué son vulnerados hace más de 10 años. Insisten en que las nuevas generaciones tampoco dan licencia social a la megaminería en Andalgalá y «solo quieren vivir en paz».

En octubre, los juzgados locales comenzaron a citar a las mujeres, bajo cargos como «pintadas en las paredes». “Si es por defender el agua, tendrán que judicializarnos a todos” aseguran desde  Pucará, el espacio provincial que articula luchas por la resistencia y la autodeterminación.  

Durante los primeros días de noviembre, la Asamblea presentó denuncias por tratos crueles y torturas que sufrieron los vecinos y vecinas y sus familiares en los allanamientos y detenciones del mes de abril. 

La solidaridad con Andalgalá continúa y crece porque su reclamo es legítimo, su entereza contundente, su amor por el territorio, conmovedor. Pero sobre todo, Andalgalá es un ejemplo de organización y resistencia comunitaria que va más allá de sus límites geográficos para reaparecer con mil formatos en cualquier territorio en resistencia del mundo. Acompañamos a este pueblo que sigue caminando y poniendo la vida en el centro. 

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